
Jim, de Roberto Bolaño:
un trago de su universo

Tanto en las novelas monumentales, como en los poemas más breves, Roberto Bolaño expresó su asombro por la Ciudad de México. Este brevísimo cuento no es la excepción; muy por el contrario, Bolaño ha concentrado todo ese horror fascinante que le producía el antaño llamado Distrito Federal en unas cuantas líneas. Si bien el escritor chileno no residió en la capital mexicana durante toda su vida, pareciera que lo poco que vio de ella en sus años de juventud, fue suficiente para dejar una marca indeleble en su prosa; su protagonista, Jim, una especie de turista venido a menos, un extranjero irremediablemente perdido en una ciudad que lo ha embrujado, es, quizás, un reflejo del mismo Bolaño.
La polifonía[1] en la literatura es ilustrada por el mismo Bajtín como una “Carnavalización” donde hay una libertad de voces que se colectivizan, se olvida el tradicional monólogo y hay un intercambio de puntos de vista en el relato. Es mediante la forma polifónica en donde se aprecian las voces alternativas de Jim y su amigo (el narrador del relato). Estas marcas polifónicas, “no son sólo objetos del universo del autor, sino sujetos de su propio mundo significante” (Selden 26). No obstante, Jim en sí mismo representa dentro de la obra todo un conjunto de contradicciones. Marine de profesión, veterano de guerra (¿posible condecorado?), pero una víctima más de la ola de violencia que azota a los países latinoamericanos. Se halla en busca de lo extraordinario en su poesía, pero su propia vida marital es más bien monótona y sin particularidad alguna. ¿Es acaso su llegada a tierras desconocidas lo que desata su tragedia? ¿o más bien es un acto catártico que le permite admirar la levedad de su vida y su rutina? Jim, fuera de su zona de confort, vulnerado aquello que concebía sobre pilares permanentes, se halla entre la fascinación y el desasosiego.
Es, tal vez, la propia tristeza de Bolaño la que escurre en la narración a través de Jim. Es el embrujo, del que es conocedor inmediato, lo que ha atrapado a ese hombre que rechaza la última pelea, pero se enfrenta a una más violenta y visceral: su propia vida, su tristeza. En pocas líneas Bolaño deja en claro la fascinación que sentía por aquella ciudad, una en ruinas y de las cuales surge la poesía. Es Jim solo una de las múltiples menciones que Bolaño realiza a través de toda su obra literaria y, así parece, una continuación prolongada, tal vez indefinidamente, de ese embrujo en donde Bolaño recrea una y otra vez el escenario desolador frente a la bestia de aspecto feroz, pero con entrañas cálidas y acogedoras. Dice, en la Universidad Desconocida: “Y yo el espectador/ insólito no sabía hacer otra cosa que reír/ como un detective adolescente perdido en las calles/ de México”. Pero Jim no ríe, o tal vez sí, llora por alguna extraña razón no del todo clara, pero es así como Bolaño interpreta su sentir. Hay dos opciones: llorar frente a la ciudad maldita o reír como un detective adolescente.
[1] La polifonía o el sinónimo a veces usado de “dialogismo”, en términos sintéticos es una teoría desarrollada por el teórico ruso Mijaíl Bajtín que siembra las bases para interpretar los textos literarios con base a las propiedades dialógicas de la palabra: voces que no solo remiten a un único autor, lenguajes o argots, puntos de vista y voces sociales o históricas en un mismo texto literario (Selden 25-27). Un claro ejemplo son las voces colectivas plasmadas en la Noche de Tlatelolco (1971) de Elena Poniatowska.
Referencias
Selden, R. (2010). Teoría literaria contemporánea. España: Planeta.