
Al fin, luego de algún tiempo, emprendimos nuestro camino a "La Rotonda de las Personas Ilustres". No había regreso, en un lugar tan inmenso como la Ciudad de México; lo que había empezado como una visita a la tumba de Salvador Díaz Mirón se convirtió a lo largo de la Ciudad en un intrincado viaje.
Sabíamos que "La Rotonda" se encontraba a las orillas de Chapultepec y que Chapultepec era la Roma por donde todas las avenidas conducen y se conectan dentro de la gran metrópoli. Pero nada de eso, la Rotonda se encuentra entre la segunda y tercera sección de Chapultepec, una zona cero, un campo yermo de nadie para cualquier turista inocente que se halle perdido en la última estación de un metro.
Preguntamos a cuanto pesero se encontrara cargando pasaje. Ambulantes, pasajeros, vecinos, sus oídos permanecían indiferentes al destino que pronunciábamos. Decían que solo había un panteón lo bastante lejano para llegar a él caminando. Quizá las distancias son producto de la aversión de los citadinos pero no nos rendiríamos a pedir algún taxi como nos lo recomendaban.

"Entre lo sagrado y lo profano"
México | Ciudad de México, 3 de abril de 2018.
Por: Emiliano López Esquinca
Foto: Emiliano López Esquinca

Foto: Emiliano López Esquinca
Llegamos y al parecer coincidimos a la llegada de los jardineros que hacen el mantenimiento y se comunican siempre con complicidad. Algunos en silencio, estaban atentos a nuestra presencia. Y sobre el largo pasillo del panteón que llega a la Rotonda, se erguían las lápidas una de tras de otra de belleza progresiva.
El panorama se abrió a nuestros ojos. "La Rotonda", un círculo rodeado de sauces y monumentos con los rasgos y detalles de sus personajes.
Consideramos un nuevo destino, el "Panteón Dolores", esperando encontrar ahí "La Rotonda". Y sobre la larga avenida surgían personas de algunos barrios ocultos como hormigas. Otras permanecían veladas bajo una cobija, sobre un cartón y en alguna sombra que ya había caminado. Y en los puentes peatonales, siempre, un policía.

Foto: Emiliano López Esquinca
Y como si nada más emblemático faltase, de fondo teníamos las cumbias de los jardineros. A cada paso, la sorpresa de un personaje reconocido, algunos versos, in memoriams, etcétera. Al poco tiempo, uno de los jardineros se nos acercó y nos dijo que no se podían tomar fotos sin permiso y que además había cámaras por donde se nos estaba observando. Nos encaminamos a la recepción a pedir el permiso correspondiente y tuvimos la sorpresa de que no era necesario. Al regreso, nos encontramos con el mismo jardinero al que le desmentimos su información, a lo que nos respondió que no estaba de más.

Foto: Emiliano López Esquinca

Foto: Emiliano López Esquinca
De las 111 tumbas llamaba la singular atención solo un pequeño número. Una impresionante escultura para la tumba de Siqueiros; un lienzo materializado en mármol de Diego Rivera, una escultura tamaño real de Rosario Castellanos, una pluma fuente para “el gran novelista de la revolución” y un sin número de rosas marchitas sobre la de Agustín Lara. Pero llamaba más la atención una tumba totalmente distinta a las demás, una resguardada por un techo de vitrales azules con la inscripción del gobierno de Uruguay y en la que descansa el poeta Amado Nervo.
Ese camino es todo un deleite para el amante de las letras. Toda distancia y tiempo vale la pena recorrer para encontrarse frente a frente con los grandes poetas que han hecho la literatura mexicana: Ramón López Velarde, Amado Nervo, Manuel José Othon, Jaime Torres Bodet, Rosario Castellanos, Carlos Pellicer, Luis Urbina, Salvador Díaz Mirón, Enrique González Martínez, José Juan Tablada, Manuel Azuela, Ignacio Manuel Altamirano, entre otros.
"La Rotonda" tiene una capacidad de albergar 145 personajes de los cuales 111 están en uso. ¿Cuántos lugares más estarán destinados a nuestros próximos poetas?

Foto: Emiliano López Esquinca